jueves, 7 de junio de 2012


Patricio Valdés Marín



La economía moderna trata de crecimiento económico y de cómo generar más riqueza. La economía neoliberal es uno de los modelos económicos de crecimiento más exitosos, donde la posesión privada del capital otorga el poder requerido para controlar la economía y, por ende, la política, y donde el capital que necesita ser invertido para producir beneficios y acumularse y el emprendimiento privado han hecho crecer exponencialmente la economía. Sin embargo, la finitud de la naturaleza apunta a una falla estructural de los modelos de crecimiento que probablemente acabe en una grave crisis económica. Un nuevo paradigma económico debiera emerger que incluya el desarrollo sustentable y el término del crecimiento sin mayores trabas políticas y donde exitismo y consumismo pasen a ser valores sociales depreciados.


Pensamiento del crecimiento económico


El pensamiento económico, pasando a llevar las proposiciones de la ética, se ha centrado en cómo desarrollar la economía desde el punto de vista práctico para producir riqueza, algunas veces con pueriles y simplistas explicaciones, otras en formas muy sesudas. Parte de la base que el crecimiento económico permite que la nación obtenga preeminencia y poder, a la vez que satisfacer las necesidades humanas de los ciudadanos y puedan así alcanzar supuestamente la felicidad. Lo que caracteriza este pensamiento es que busca fórmulas para el crecimiento de la riqueza nacional y discute si la mejor vía es el Estado o el mercado.

El pensamiento económico que domina en la actualidad es el liberalismo, y se puede resumir como sigue: La base del crecimiento económico de una sociedad es la búsqueda de lucro personal de los individuos, que se expresa como iniciativa privada y que se realiza en la libre empresa. La dinámica del libre mercado orienta la libre empresa para producir según la demanda y al precio que aquél genera. La competitividad en el mercado está en relación directa con la productividad y la innovación. Desde el punto de vista social, la libre empresa produce bienes y servicios y origina empleo, de modo que la búsqueda de lucro personal termina por beneficiar a la sociedad. El neoliberalismo adiciona la idea  de subsidiariedad, por el cual el Estado tiene la función de proteger la libre empresa, asegurar el libre mercado y eximirse de las actividades de producción y distribución. Además, el Estado debe facilitar el emprendimiento privado en todo lo referente a infraestructura económica, seguridad pública y disciplina laboral, creando un ambiente económico propicio para las inversiones de capital. Las inversiones están en relación directa con el empleo, y el empleo es el medio que tiene el Estado para mantener la paz y el orden social, asegurando su prevalencia y repeliendo la anarquía.

El pensamiento económico moderno emergió solamente cuando se tuvo experiencia concreta de la realidad del desarrollo económico en la creación de riqueza, a comienzos de la Revolución industrial. Con anterioridad los fenómenos más notables de la economía eran la artesanía y  el comercio, y el pensamiento económico se desarrolló en torno a cómo sacar mayor provecho a estas actividades. Los artesanos buscaban satisfacer la demanda que se originaba en los más opulentos, mientras que los comerciantes y mercaderes sabían de siempre que la riqueza se obtiene simplemente comprando bienes principalmente en tiempos o lugares cuando o donde éstos existen en abundancia, para luego venderlos cuando o donde son escasos. Para ello se construían bodegas o graneros o se efectuaban largos y riesgosos viajes. Para el mercader la diferencia de precios de las mercaderías existente entre la compra y la venta era mayor mientras mayor fuera la diferencia entre la abundancia cuando se adquiría y la escasez cuando se vendía. Consumir especias de la isla Célebes en torno al siglo XV no era barato, siendo el comercio de este producto el incentivo que tuvieron los navegantes portugueses, el que tuvo Colón para descubrir el Nuevo Mundo (1492) y el que tuvo también Magallanes para dar la vuelta al mundo (1520). Había que quitarle a Venecia el monopolio que poseía. El Príncipe, 1513, de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) no es otra cosa que la descripción del método para mantener el poder y ganar, en la Italia renacentista, las guerras que se peleaban en torno a la preeminencia comercial.

El mercantilismo fue la doctrina económica que prevaleció en los siglos XVI, XVII y primera mitad del XVIII, y se caracterizó por una fuerte ingerencia en el comercio por parte del Estado, que emergía entonces, en torno a la autoridad encarnada en el rey, cada vez más poderoso, donde su razón de ser era el predominio del reino. Supuso que el volumen de comercio internacional se mantenía inalterable, y para acrecentar la riqueza había que controlar una mayor parte de este comercio. Pero ya a fines del siglo XVIII fue apareciendo como evidente que la riqueza podía surgir de la producción física de bienes gracias a las máquinas propulsadas por la energía del vapor, innovación tecnológica que comenzó a aparecer a mediados de dicho siglo, y que fue haciéndose cada vez más efectiva y eficiente. Gran cantidad de bienes podían ser producidos e introducidos en el mercado con una relativamente baja inversión en capital, y todos podían obtener ganancias.

El pensamiento acerca de cómo se produce el crecimiento económico, que es la clave del bienestar social y que contradecía radicalmente al mercantilismo, se apartó de la imagen de relacionar la economía con riquezas, privilegios y puramente comercio. Este pensamiento nació en 1776, cuando el escocés Adam Smith (1723-1790) publicó sus ideas en su muy influyente libro Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Él vinculó el comercio con la producción y el capital invertido en producir. Pensó que el crecimiento económico se potencia a través de la división del trabajo (que Smith condena porque reconoce que destruye a los seres humanos, volviéndolos estúpidos e ignorantes), la que se profundiza a medida que se amplía la extensión de los mercados y, por tanto, la especialización. Infirió que los individuos en el mercado, actuando según su propio interés, consiguen una asignación mucho más eficaz de los recursos productivos que cualquier intervención del Estado. El mercado, que se rige por leyes propias, autónomas e invisibles, a través de la oferta y la demanda allí generadas, induce o inhibe a los productores a producir o no determinados productos, en determinadas cantidades y a determinados costos. De este modo, a través de la oferta y la demanda de productos que se transan en el mercado, se determina el valor relativo para los mismos, entregando además una señal sobre la conveniencia o inconveniencia de producirlos o consumirlos. Además, dedujo que el mercado llega al equilibrio económico, es decir, cuando la oferta se iguala a la demanda, sin necesidad de que el Estado intervenga. Este pensamiento conformó el fundamento del pensamiento económico liberal e instaló a Smith como padre de la economía política contemporánea.

Si relacionamos los conceptos necesidades humanas, riqueza y población, la cantidad de individuos que componen una población depende de la cantidad de riquezas que es producida y de la forma cómo es distribuida, de modo que permita la satisfacción de necesidades a partir de las más vitales y elementales que hacen posible la existencia humana. Es en este contexto que el clérigo inglés Thomas Robert Malthus (1766-1834) afirmaba preocupado en su Ensayo sobre el principio de la población, 1798, que la población humana crece más que los medios de subsistencia. Ella se va duplicando cada 25 años, creciendo de período de período, en una progresión geométrica. Por otra parte, los medios de subsistencia, en las circunstancias más favorables, no se aumentan sino en una progresión aritmética. En consecuencia, la población está limitada necesariamente por los medios de subsistencia, de modo que puede crecer siempre que crezcan los medios de subsistencia. Así, llegará un punto en el que la población no encontrará recursos suficientes para su subsistencia. Además, según él, los recursos para la vida están limitados y, cuando se hayan agotado, la vida humana desaparecerá. También es de esta relación económica-social, que determina quien posee, quien trabaja y quien consume, que surgen las estructuras políticas y éticas.

La influencia de Malthus fue importante en el pensamiento económico clásico, sobre todo en el del economista político inglés David Ricardo (1772-1823). Ricardo expuso sus ideas en su libro Principio de economía política y tributación, 1817, afirmando que el principal problema de la economía política es determinar las leyes que regulan la distribución. Su teoría del valor, al que adhirió más tarde Marx, considera que el valor de cambio de las mercancías depende de la cantidad de trabajo necesaria para su producción, que Adam Smith lo consideró exacto en las sociedades primitivas, pero no en aquellas en donde la producción de los bienes requería a su vez capital y trabajo. Suponía que el capital invertido en la producción se compone únicamente de salarios. Explicaba el proceso de crecimiento de una economía y su posterior estancamiento. En breve, explicando este mecanismo, él decía que dicho proceso genera un aumento de capital. La inversión de capital produce una demanda de la fuerza de trabajo, trayendo consigo un aumento del salario de mercado por sobre el “salario de subsistencia”. Pero, en lo que se denominó “la ley de hierro de los salarios”, idea basada en las de Malthus, este excedente hace aumentar la población, produciendo una mayor oferta de mano de obra que hace que el salario de mercado vuelva a los niveles del salario de subsistencia, lo que hizo que Marx afirmara que el obrero nunca disfrutaría de los beneficios del capitalismo. Como ahora existe mayor población, los recursos fáciles de explotar se agotan, y el beneficio que obtiene el capital termina por ser traspasado a los propietarios agrícolas. Aunque introdujo el concepto de ventaja comparativa, por el que se defiende las ventajas del comercio internacional y se opone a las teorías proteccionistas, Ricardo analizaba el crecimiento económico para una situación concreta de poco dinamismo económico, de pocos actores diferenciados, como capitalistas, trabajadores, propietarios agrícolas, y con conceptos muy concretos.

El filósofo, historiador y economista inglés John Stuart Mill (1806-1873) es considerado como el último economista clásico. Su libro Sobre la libertad, 1859, se transformó en la fuente filosófica del liberalismo, el que se resume que en las relaciones económicas entre los individuos el Estado no debe intervenir, ya que las personas son soberanas en sus acciones, defendiendo férreamente el laissèz faire. Una vez cumplida su función policial, el Estado no sirve para mejorar el estado material de la gente. Posteriormente mencionó como excepción al laissèz faire el caso de la reducción de las horas de trabajo, la que debe ordenarse por ley.

Un modelo de crecimiento económico es el de la economía de planificación central, como la que propulsó exitosamente la URSS, a partir de 1828, mediante planes quinquenales. La agencia de gobierno soviético, GOSPLAN, planificaba la economía cada cinco años. Su ideología provino del filósofo alemán Carlos Marx (1818-1883), quien trató su pensamiento de economía política en El capital.

Marx analizó la acción del capital en una época de proletarización masiva. Formuló una tesis, de enormes repercusiones, de que a partir de los modos de producción, es decir, de la funcionalidad productiva inducida por los medios de producción, se produce un tipo complementario de relaciones de producción correspondiente a la contradicción social fundamental de la división de los hombres entre explotadores y explotados. El análisis histórico de esta contradicción lo llevó a inquirir sobre el origen y la concentración del capital para una superación dialéctica de esta lucha de clases cuando los medios de producción pertenecieran a una sociedad comunista.

Para Marx el origen del capital está en el trabajo ahorrado y apropiado por el capitalista. No le convencía la ingenua explicación tradicional de que el capital es sólo el trabajo ahorrado de su poseedor, y que si alguna persona se esfuerza y ahorra más, tendrá más capital, pues ello constituía una falacia que servía para legitimar la propiedad privada de los medios de producción. De igual modo ingenuo él observaba que en la relación empresario trabajador el producto del trabajo no queda completamente para el trabajador, ya que el empresario se queda con parte de su trabajo. El salario no retribuye la totalidad del esfuerzo generado. El saldo, que denominó “plusvalía”, queda en poder del empresario quien, por apropiación de ese excedente de trabajo, ahora en calidad de capital o esfuerzo ahorrado, se transforma en capitalista. Siguiendo a John Locke (1632-1704), quien suponía que todo lo que se produce es de quien lo produce, Marx consideraba de las mayores injusticias no pagar por la totalidad del trabajo realizado. En el fondo, el problema económico se traducía a un problema de derechos. Así visto, el capitalista estaría usurpando derechos al trabajador.

En su crítica de la economía política Marx elabora sus conceptos económicos más destacados. Éstos son la teoría del valor, la explotación como apropiación de plusvalía y la teoría explicativa sobre las crisis capitalistas. Para su teoría del valor él siguió principalmente a Adam Smith y David Ricardo al afirmar que el origen de la riqueza es el trabajo. Smith consideraba que la cantidad de trabajo es la unidad de medida exacta para cuantificar el valor de un producto. Ricardo desarrolló posteriormente una teoría valor-trabajo referido a los costos de producción; éstos son costos laborales que se pagan de una forma directa o acumulándolos al capital, de modo que los precios dependen de la cantidad de trabajo incorporado en los bienes y servicios.

Marx supuso también que la plusvalía, al estar en el origen del capital, produce, en ese mismo acto, concentración de capital. Este fenómeno también lo inquietó, pues acrecienta la injusticia social, intensificando el sistema de capitalistas explotadores y proletarios explotados. Para él la concentración de capital representa el trabajo de muchos a lo largo de mucho tiempo en posesión de pocos. Para explicar este fenómeno creyó que en las sucesivas crisis económicas causadas por introducción de tecnologías más competitivas los capitalistas supervivientes van concentrando el capital de aquellos que se ven forzados a quebrar.

En El Capital Marx empieza desde la mercancía, como célula de la economía moderna, y la describe como una unidad dialéctica de valor de uso y valor de cambio. El valor de uso de un bien es la aptitud natural que posee un objeto para satisfacer una necesidad. Por su parte, el valor de cambio, que es la proporción en que una mercancía se intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de las mercancías, que es el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. A partir del análisis del valor de cambio, él expone su teoría de valor, discurriendo que el valor de cambio de las mercancías depende del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas y, por tanto es independiente del valor de uso. En un sistema de producción capitalista o de producción de mercancías el valor de uso debe diferenciarse del valor de cambio. El valor de cambio está compuesto por el capital constante (medios de producción) consumido y el capital variable (valor de la fuerza de trabajo). El trabajo (el trabajo abstracto socialmente necesario), que es un valor de uso específico dado a la mercancía “fuerza de trabajo”, es el único componente que tiene capacidad para crear valor. De modo que el valor de cambio de una mercancía está determinado por la cantidad de trabajo necesario para producirla. Éste corresponde a un criterio uniforme y aplicable a todas las actividades de producción que sirven como vínculo de unión entre distintas actividades productivas; y esta cantidad de trabajo se mide en tiempo, habitualmente en horas (según un estándar y relativas a la eficiencia del trabajador individual), de modo que este valor no es igual al trabajo individual, sino al trabajo socialmente necesario para producirla.

A través de la teoría de valor-trabajo, Marx elabora la teoría de la plusvalía. Ésta es la fuente de la ganancia del poseedor del capital en el modo de producción capitalista, y surge del plus-trabajo o el trabajo más allá del necesario para reproducir el valor de la fuerza de trabajo. Por tanto, la plusvalía es el trabajo no retribuido a los trabajadores en sus salarios, y está en el origen de la ganancia capitalista; es la diferencia entre el valor de lo producido (e intercambiado) y el valor del trabajo que lo ha producido. Al igual que toda mercancía, el valor de la remuneración equivale a la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía, es decir, los gastos de manutención del trabajador que le aseguren la supervivencia y la reproducción. Para que el capital pueda obtener beneficio, en el sistema capitalista los gastos de manutención del trabajo son inferiores al valor producido. Se concluye entonces que el salario es una fracción de la jornada laboral y no su total, rompiendo el sistema capitalista en la mercancía-trabajo la ley del valor que se aplica al resto de mercancías.

Si el marxismo pretendió acabar con el capitalismo mediante la revolución y reemplazarlo por el comunismo como un modelo de crecimiento industrial más justo y humano, el duro hecho es que derivó en el totalitarismo más brutal e sanguinario, para acabar completamente desprestigiado. El esfuerzo revolucionario para una sociedad sin clases subyugó el ideal republicano y democrático.

A diferencia de los clásicos, Alfred Marshall (1842-1924), de la escuela neoclásica, estaba convencido que la economía tenía la tarea principal de eliminar la pobreza, reclamando a Ricardo el hecho de no entender que la pobreza genera más pobreza, dado que la falta de recursos no les permite ganar más. La escuela neoclásica es un enfoque económico basado en el análisis marginalista y el equilibrio de oferta y demanda, en la que la utilidad marginal es una idealización del valor de un bien definido por su abundancia o escasez relativa. Para Marshall el crecimiento económico depende de la cantidad de bienes producidos, estando determinados por cualquier relación dada entre capital y trabajo. La remuneración de ambos es la “productividad marginal”, entendida en el caso del capital como la utilidad marginal, que es el incremento de la producción superior al tipo de interés de mercado que el capital paga. En el caso del trabajo la productividad marginal se refiere al incremento en el valor de la producción generado por la última cantidad de trabajo aplicada. En su Principios de economía, 1890, Marshall agrega la organización industrial a los factores de la producción económica conocidos: tierra, capital y trabajo. Supone entre otras cosas que los factores productivos siempre estarán plenamente empleados, aun cuando los salarios sean menores que los de subsistencia.

Para el economista austro-estadounidense, Joseph A. Schumpeter (1883-1950), el crecimiento económico tiene por protagonista el espíritu emprendedor del empresario, pues depende de esta acción que asume riesgos y beneficios en un medio competitivo para estimular la inversión y la innovación, ambas causas para que aumente o disminuya el progreso económico. Pero este crecimiento es irregular, pues obedece a ciclos económicos, donde una expansión que destruye el equilibrio económico es seguida por una recesión que vuelve a restablecerlo. Predijo la desintegración sociopolítica del capitalismo a causa de su propio éxito.

Cuando, en 1929, el sistema económico liberal hizo crisis, sin posibilidad de ser restablecido según el libre mercado, John Maynard Keynes (1883-1946) tuvo la genialidad de explicar el paro que se produjo subsecuentemente. Su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, 1936, presenta una teoría basada en la demanda agregada para explicar la variación general de la actividad económica. La demanda agregada representa la cantidad de bienes y servicios que los consumidores, las empresas, las entidades públicas y el resto del mundo desean y pueden consumir del país para un nivel determinado de precio, en que su curva tiene pendiente negativa: si suben los precios, los consumidores querrán comprar menos y si bajan querrán comprar más. Según su Teoría general el ingreso total de la sociedad está definido por al suma del consumo y la inversión; y en un situación de desempleo y capacidad productiva no utilizada, sólo puede aumentarse el empleo y el ingreso total incrementando primero los gastos, sea en consumo o inversión. Keynes sostuvo que el paro se produce porque el trabajo, inducido por sindicatos, no acepta salarios más bajos que un determinado nivel, prefiriendo el paro y el desempleo. De este modo, puede haber equilibrio de los otros factores y, al mismo tiempo, haber desempleo, no utilización de materias primas y medios de producción. La otra razón es que el tipo de interés, que tiene efectos sobre el ahorro, que es inversamente proporcional a la inversión, nunca baja de un determinado límite, aun cuando se produzca gran liquidez. Cuando el interés es bajo, mayores bajas no influyen sobre el total de la inversión. La solución propuesta por Keynes para aminorar los efectos adversos de las crisis de la economía y para que ésta pudiera también salir de aquellas radicó en la intervención del gobierno. A través de medidas fiscales y monetarias, la política de gobierno debería originar una demanda adicional, agregada, capaz de cubrir el déficit entre la demanda efectiva privada y la producción total a fin de alcanzar determinados objetivos de empleo y producción. De modo que mediante la inversión pública se produciría la consecuente generación de empleos.

A través de casi todo el mundo la influencia de Keynes, por la que se otorgaba a los gobiernos la función de estabilizar y afinar los mercados libres, fue decisiva en la formulación de políticas económicas. El periodo que va desde el término de la Segunda Guerra Mundial hasta 1973 se caracterizó por la prosperidad y el crecimiento económicos. Sin embargo, hacia el final del periodo, al tiempo de observarse una gran acumulación de capital, aumentó el desempleo y la inflación. En la década de 1980, en contra la tendencia social demócrata y la planificación centralizada la teoría (que pasó a llamarse neoliberalismo) que abogaba por liberar el poder empresarial, restablecer la libertad de mercado y crear un sistema económico global lideró la reforma económica.

Neoliberalismo es el término acuñado para el liberalismo económico y es una redefinición del liberalismo clásico, influenciado por las teorías neoclásicas de economía. En sentido amplio, el neoliberalismo es la doctrina que busca transferir el control de la economía desde el sector público al privado, en la creencia o la esperanza de que el gobierno será más eficiente y la salud económica de la nación será más sana. Se aparta del liberalismo clásico al abandonar la teoría del valor del trabajo y reemplazarla por el monetarismo neoclásico, que es la teoría propugnada por la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago que explica que el movimiento inflacionario se debe al aumento del circulante, considerando la demanda. Además, adhiriendo a las teorías anti-intervencionistas de Hayek, esta escuela destacaba la no intervención del gobierno y rechazaba las regulaciones en los mercados libres, de laissez-faire, como ineficientes. Argüía que la libertad económica se correlaciona con altos niveles de vida y lleva a un aumento de la inversión, transferencia tecnológica, innovación y demanda de consumo.

Si el neoliberalismo se ha impuesto como sistema económico, ha sido por obra del poder y el interés del capital privado que influyó en las decisiones políticas de las naciones. Así, pues, una importante diferencia entre liberalismo clásico y neoliberalismo es que mientras el primero aboga por la reducción del rol del Estado al mínimo y por remplazarlo por el capital privado, el segundo, en su ideología, busca expandir el rol del capital privado a través de justamente el Estado, transformándolo en un ente autoritario para facilitar los propósitos del capital y reforzar los derechos privados sobre éste, los mercados libres y el comercio libre, mientras desregula el comercio y los bienes colectivos, estando probablemente en la mente de algunos el adagio “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Siguiendo este razonamiento, se puede decir entonces que el neoliberalismo es de hecho la implementación del capitalismo global a través del intervencionismo militar y gubernamental para proteger los intereses de las empresas transnacionales, subrayando la idea de lo que es bueno para la empresa es bueno para todos.

Los “padres” del neoliberalismo fueron Milton Friedman (1912-2006) y Friedrich von Hayek (1899-1992). En Capitalismo y libertad, 1962, Friedman desarrolló el argumento que la libertad económica, mientras es en sí misma un componente importante de la libertad total, es también una condición necesaria para la libertad política al sostener que el control centralizado de las actividades económicas está acompañado por la represión política. Además, él exhortaba a la flexibilización del mercado laboral y a que el capitalismo debía ser reestructurado con el objeto de priorizar el desarrollo tecnológico y la reinversión. Aplaudía el carácter voluntario de todas las transacciones en una economía de libre mercado, constituyéndose en amenazas a los líderes políticos y disminuyendo su poder coercitivo. A través de la eliminación del control central de las actividades económicas el poder económico se separa del poder político, pudiendo ambos contrabalancearse mutuamente. Suponía que el capitalismo competitivo es especialmente importante para los grupos minoritarios, ya que el mercado impersonal fuerza a proteger a la gente de la discriminación en sus actividades económicas por razones que no están relacionadas con su productividad.

Las teorías sobre el ciclo económico de Friedrich von Hayek se consideran su contribución más importante a la economía, y las hizo durante su juventud, entre 1931 y 1941. Tomó las bases de su teoría de Ludwig von Mises (1899-1992) e hizo su propia interpretación, siendo conocida como “Teoría austriaca del ciclo económico”. Explica el origen del ciclo económico a partir del crédito concedido por el banco central y los tipos de interés artificialmente bajos, estimulando a invertir en proyectos muy arriesgados. Se produce primero una gran expansión, pero después una gran recesión, hasta que vuelve a ajustarse la economía. El proceso sería el siguiente: el alza de precios resultante de una expansión conduce a la caída de los salarios reales, que induce a la substitución de máquinas por mano de obra y una reducción general de los periodos de producción. En consecuencia, los tipos de interés suben, cae la inversión y la economía entra en crisis. Inversamente, en una depresión el alza de los salarios reales reactiva la inversión y la mano de obra es reemplazada por maquinaria y los períodos de producción se alargan.

Hayek sostuvo también que el socialismo no es factible por la carencia de precios de mercado. Supuso que una economía socialista, ante la inexistencia de mercado, necesita una institución que elabore un plan central que determine todo lo que se debe producir. El problema aparecería ante la inexistencia de alguna guía o referencia, como los precios de mercado, que indicara lo que se debe producir. Sin embargo este argumento tuvo que refinarse posteriormente ante la solución de Lange-Lerner, quien propuso un procedimiento iterativo de dos reglas (a partir de la intervención de una junta central de planificación) por el cual una economía plantificada podía alcanzar la misma solución que el libre mercado.

En un plano más filosófico y político Hayek, en Camino de servidumbre, 1944, y Los fundamentos de la libertad, 1960, obras clásicas del neoliberalismo, pensaba, cándidamente, que el socialismo y el comunismo implementados por el Estado son incompatibles con la libertad individual, y que, además, estos sistemas, necesariamente, llevan al establecimiento de regímenes totalitarios. Estas críticas iban dirigidas en general hacia cualquier intervención del Estado en la economía. Argumentaba que sin propiedad privada, se crea una dependencia tan grande del Estado que nos convierte prácticamente en esclavos. Para imponer unos objetivos comunes a una sociedad, aunque se quiera hacer de manera bienintencionada, es necesario imponer estos objetivos a las personas que no estarán de acuerdo. Para imponerlo, se deberá coaccionar y tomar medidas represivas en caso de que no acepten a la autoridad central. En consecuencia, los que llegaran al poder serían siempre los peores elementos de la sociedad, como asesinos y criminales, puesto que estarían dispuestos a tomar estas medidas.


El paradigma de la economía contemporánea


Cuando estamos a comienzos del siglo XXI, los fenómenos del desarrollo económico son de otra índole. Los factores que influyen en la macroeconomía ya no son desconocidos, y son corrientemente dominados eficazmente por los competentes funcionarios del Estado encargados de conducir la economía de una nación. El desarrollo económico depende, de modo creciente, de la inversión del capital, de la capacitación del trabajo, de la disponibilidad de recursos y del desarrollo de mercados. El capital ha ido adquiriendo tres características: se ha hecho mayoritariamente privado, se ha producido una enorme acumulación y se ha intensificado su funcionamiento a escala global. En cuanto a la producción de bienes y servicios, ahora las líneas de producción pasan por distintos lugares del planeta. Por su parte, los mercados se han desarrollado de modo que los distintos productos se comercializan en todo el mundo.

Se supone generalmente que vivimos en una sociedad de consumo. La realidad es que vivimos más bien en una sociedad de producción, donde los productores necesitan que existan consumidores para sus productos. Así, pues, los costos de producción incluyen la promoción y el mercadeo de los productos, y la publicidad se ha transformado en una tecnología muy elaborada. Mientras tanto, toda la sociedad se ha organizado para transformar a los individuos en consumidores prácticamente compulsivos, quienes se aseguran ingresos para adquirir los bienes y servicios que el mercado ofrece.

La Revolución industrial no sólo posibilitó la producción de bienes y servicios a escala masiva, también generó un cambio moral, legislativo y ético tan profundo que modificó radicalmente las culturas de las naciones que han adoptado las políticas de desarrollo económico surgidas desde entonces. La economía contemporánea puede ser observada desde una perspectiva más lejana que el puro afán por el crecimiento. Básicamente su sustento ha sido la creación de una cultura de la producción. El mito de esta cultura es más bien utilitarista y consiste en creer que el trabajo permitirá satisfacer todas las necesidades humanas de todos los seres humanos, colmándolos de riqueza, felicidad y poder.

La productividad ha aumentado por la constante innovación tecnológica, los mejores sistemas productivos y el trabajo calificado. El costo de transportar mercaderías, las barreras aduaneras y los aranceles han disminuido significativamente. La informática interviene en las distintas escalas de la economía. Las telecomunicaciones permiten acceder a información económica actualizada y realizar transacciones financieras y comerciales al instante y globalmente.

Esta llamada globalización de la economía ha hecho que las economías nacionales se hayan vuelto interdependientes. El desarrollo económico de una nación ya no depende de la inversión ni del control y planificación estatal, sino que radica en dos pilares. Por una parte, es cuestión de hacer atractiva la nación a la inversión de capital privado, que ahora trasciende las fronteras, y esta atracción consiste en garantizar que la inversión no va a ser expropiada, en asegurar estabilidad política y orden social, en ofrecer una mano de obra calificada y disciplinada, en establecer buenos sistemas de transportes, portuarios, de comunicaciones, bancarios, en suministrar energía económica. Por la otra, es cuestión de que la actividad económica, propulsada por el capital, consiga disminuir las tasas de desempleo a un mínimo y deje la mayor cantidad de renta posible, principalmente como remuneración por un trabajo lo más calificado posible y como pago por materias primas con el máximo de valor agregado. De este modo, se consigue que una empresa transnacional considere la nación como favorable para algún paso de su línea de producción y recíprocamente genere empleo.

La historia ha observado diversas formas que ha adoptado el Estado para lograr el crecimiento económico. Hace algún tiempo ya, el modelo de Estado centralmente planificador de la economía resultó perdedor frente al modelo de Estado liberal y defensor del capitalismo. En realidad, quien venció en lo que se denominó la Guerra Fría fue el capital privado. Una manera de concebir esta guerra es desde el punto de eficiencia en el crecimiento económico. El capital privado no solo consiguió imponerse sobre las autonomías nacionales de las restantes naciones a través de su influencia en los gobiernos de las naciones capitalistas, también se aplicó en crear un sistema de producción en masa muy eficiente, de altos rendimientos, aunque derrochador. El sistema económico vencedor fue el modelo neoliberal. Este modelo es una ideología que depende supuestamente, no sólo del buen manejo macroeconómico que un gobierno llegue a realizar, sino que de una mínima intervención del Estado para resguardar las reglas del juego del mercado y de una máxima intervención del Estado para la protección de los derechos de propiedad privada.

Desde la perspectiva de la “macroeconomía”, la teoría económica moderna ha llegado a comprender bastante bien los mecanismos del comportamiento de las unidades discretas de la estructura económica productiva según sus cualidades y disponibilidades. Quien, por parte del gobierno, tiene la responsabilidad del manejo macroeconómico, le basta conocer ciertos indicadores que se reflejan de su comportamiento para saber el estado de la economía. También le basta mover sutilmente pequeñas palancas, a la manera de cómo se pilotea un enorme y poderoso avión, para dirigir el desarrollo de la economía, siempre que exista un mínimo de libertad de mercado y sea posible el crecimiento económico a una tasa controlable. El panel de instrumentos lo componen los llamados indicadores económicos, que son cifras de medición de diversos parámetros significativos y variaciones de estas cifras. Así, el poder ejecutivo de un Estado moderno, o más bien su ministro de hacienda, que es quien pilotea el vuelo de la economía, controla las tasas de producción, empleo, inflación, consumo, ahorro e inversión mediante la modificación de las tasas de interés, del cambio, de los impuestos, de la cantidad de circulante, del gasto público, del salario mínimo.

Sin embargo, un Estado que adhiere a este tipo de política de manejo económico se puede quedar sin otras palancas para manejar la economía de otro modo, como cuando el “avión” de la economía pierde su fuerza de sustentación, se le esté agotando el combustible, sea capturado por aeropiratas, entre en aire turbulento o esté en curso de colisión. Pero esta política de conducción económica ha demostrado ser la más efectiva para obtener un mayor crecimiento económico, dadas las condiciones actuales dominadas por el neoliberalismo.

Siguiendo con el símil, el comportamiento del avión, es decir, el desarrollo de la economía y la acción de los agentes económicos, es completamente previsible siempre que la atmósfera éste tranquila. Las turbulencias de la inseguridad hacen que el avión vuele erráticamente. Por ello el piloto hace todo lo posible para que el vuelo sea lo más tranquilo y sosegado, no vaya a ser que sus pasajeros se asusten y dejen de invertir y consumir sin razón económicamente objetiva. Una de las principales tareas de quienes conducen la política económica de un país es minimizar los problemas y atenuar cualquier atisbo de inquietud que puedan conducir al pánico. Una sociedad en pánico económico deja de invertir y consumir, estancando la economía y generando cuantiosas pérdidas.

La irremisible crisis de la economía liberal comenzó con la explosión de la gran burbuja bursátil en el famoso Crash de 1929, que generó el capital especulativo. La desconfianza se apoderó de todos y disminuyó ostensiblemente la demanda. Siguió a ello una profunda disminución de la producción. La economía no pudo reactivarse para salir de la crisis por sí misma. El puro mercado libre no fue suficiente. El citado Keynes explicó esta imposibilidad del libre mercado para superar la crisis centrándose en la actitud de los trabajadores parados. Explicó que para retornar a trabajar los trabajadores no aceptarían salarios menores, según el mercado señalaba, que los establecidos por razones sindicales. El mismo Keynes dio la receta. Para reactivar la economía el Estado debía intervenir en el mercado para crear efectivamente una demanda mediante programas de gasto público y empleo. Pero esta receta significó el término de la economía liberal.

El emprendimiento privado, elevado a la categoría de derecho natural fundamental después de Schumpeter, y más que el libre mercado, es el fundamento de la economía neoliberal. Todos los otros factores de la producción le son funcionales. Buscando la más completa desregulación por parte del Estado, el emprendimiento privado ha causado profundos desbarajustes sociales y políticos. Se puede observar que por su causa naciones completas se debatan en la miseria, que provoque diferencias extraordinarias entre ricos y pobres, que se hayan destruido los valores más humanos en beneficio de su acción comandada por la pura codicia, en fin, que su acción expoliadora esté acabando los recursos naturales.

En efecto, la actual economía neoliberal se está enfrentando a una nueva crisis que tarde o temprano se hará sentir con fuerza. Esta vez se puede preveer que se tratará de una crisis de enormes proporciones y es además estructural. El modelo neoliberal se basa en el crecimiento de la economía, pero ello no es necesariamente para producir mayor riqueza, sino que es porque el capital lo demanda. El capital busca obtener beneficios cuando se invierte. El resultado es la obtención de mayor capital. Se produce de esta manera un ciclo de acumulación de cada vez mayor capital que busca obtener beneficios en nuevas inversiones, acelerando el crecimiento. Pero el capital, al ser invertido, está comprometiendo los otros factores de la producción. Ciertamente, el trabajo resulta beneficiado con mejores remuneraciones y puestos de trabajo. Pero no ocurre lo mismo con la naturaleza. Cada nueva inversión muestra a ritmo acelerado la finitud de ésta. Este hecho se está viendo con crudeza creciente en las últimas décadas. Se están agotando a pasos agigantados recursos vitales, como la energía, el agua, los terrenos cultivables, mientras el ambiente se contamina y se produce el calentamiento global de insospechables efectos meteorológicos y ambientales.

Estamos presenciando el término de paradigma económico basado en el crecimiento. ¿Vendrá el paradigma del desarrollo económico sustentable y sin crecimiento? Para que cualquier nuevo paradigma económico logre surgir mucha turbulenta agua deberá probablemente pasar aún bajo el puente.


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NOTAS:
Todas las referencias se encuentran en Wikipedia.
Este ensayo ha sido extraído del Libro X, El dominio sobre la naturaleza (ref. http://www.dominionatura.blogspot.com/), Capítulo 3 – La economía de crecimiento.